martes, 25 de abril de 2006

José A. Gómez: "Queremos que la gente nos conozca"

De lo que se ha propuesto en la vida, lo único que no logró fue ser cantante, torero y arquitecto, pero lo demás lo ha hecho todo. Casado hace décadas, padre de cuatro hijos y malazo para el baile, en diciembre pasado dio la gran sorpresa al salir electo senador en la II Región con más del 40% de los votos, destronando así a la emblemática DC Carmen Frei.
Y si de vida pública se trata, sus misiones no han sido nada fáciles. A los cinco meses de haber asumido la Subsecretaría de Justicia del Gobierno de Eduardo Frei, se produjo la fuga en helicóptero de la Cárcel de Alta Seguridad (CAS). “Renuncié porque me pareció razonable”.
Luego, fue ministro de Justicia e impulsó la reforma procesal penal en las regiones del país y hoy preside la Comisión de Legislación, Constitución y Justicia del Senado. Además, desde hace menos de un año es presidente del Partido Radical Social Demócrata (PRSD), en el que milita desde hace más de 20 años. Antes estuvo en las Juventudes Comunistas, o simplemente Jota. Y desde su puesto como senador espera abocarse “fundamentalmente” a la seguridad pública. “Creo que los más afectados con el problema de la inseguridad son los ciudadanos con menos recursos”.
PARA GOBERNAR
Mientras se instala en la nueva sede del partido, ubicada en Londres con París –la casa que durante años ocupó la Concertación–, José Antonio Gómez Urrutia proclama que su desafío es “que en algún momento el partido tenga la credibilidad suficiente como para llegar a gobernar”.
–¿Cómo piensa llevar a su partido hasta el sillón presidencial?
–Construyendo, trabajando por las cosas que uno ha pensado, como el tema de la educación. Todos los presidentes hablan de la educación y ahí la tenemos, con pésimos resultados.
De su padre, el periodista José Gómez López, aprendió mucho, “me enseñó a tener amor por la lectura y capacidad de reflexión”. De su tío Mario Gómez López, quien fuera importante reportero radial y director de la revista “La Firme”, heredó el ser persistente, tenaz y sin pelos en la lengua. Consecuente con esa descripción, cuando quiere algo va y exige. Como cuando se filtró a la prensa que le exigió a la Presidenta un subsecretario de sus filas en La Moneda.
Él se ríe. “Fue una conversación en la cual le pedimos un ministro en el comité político y un subsecretario en La Moneda. Afortunadamente, se cumplieron esos objetivos: Isidro Solís es ministro de Justicia, y Carlos Maldonado, subsecretario general de Gobierno”.
Asegura estar a favor sólo del aborto terapéutico, aunque “me voy a armar líos en el partido, porque la mayoría está por el aborto-aborto”. También ha elevado la voz en temas como el de la píldora del día después, exigiendo que se entregue sin que el estatus sea el eje discriminador. “Nos parece impresentable que la ministra de Salud diga una cosa y luego se retracte, no sé por qué motivo, en el tema de la píldora”.
Y como para dejar bien en claro el progresismo del “nuevo Partido Radical”, cuyos militantes pasan los “titantos”, Gómez asegura que han logrado que el 54% de su militancia sean jóvenes y un 52% mujeres.
–¿Hay alguna mujer en la mesa?
–Hay dos.
–¿Cuántos hombres?
–Veintisiete.
Lo primero que está haciendo José Antonio Gómez es darle disciplina interna a su partido y aboga por la libertad de pensamiento de sus militantes. También aclara que su partido “es el más ordenadito, el que tiene menos conflicto interno”.
–¿Es decir?
–Como en todos los partidos, siempre han existido muchas facciones, pero ni siquiera son ideológicas, son casi genéticas, peleas históricas. Hemos tratado de agrupar a los parlamentarios en un camino común. Hoy, los senadores y los diputados estamos en la línea de dar sustento técnico a distintas materias que nos interesa abordar y no meternos sin saber ni tener algo que decir sobre algún tema. Por ahora, lo vital es sacar al partido de la ignorancia de la gente. Estuvo demasiado tiempo fuera de los temas, sin visión pública, eso hizo que el pueblo ya no sepa qué es el Partido Radical.
–¿Y que estén involucrados en los temas de Gobierno?
–Exacto. No me gustaría que quede la sensación que los partidos quedan al margen de las decisiones, porque eso no es cierto.
–¿Cómo conseguir ese objetivo?
–Critiqué mucho de Lagos que existiera esa sensación de que él estaba sobre el resto. Yo creo que debemos caminar juntos. Por ejemplo, si la Presidenta anuncia una medida tan importante como aumentar las pensiones, a mí me encantaría que estuviéramos los presidentes de los partidos presentes.
–¿Los políticos consideran que están debajo de la mesa?
–Lo digo como una cuestión de responsabilidad política. En el fondo, cuando uno fortalece las instituciones políticas y democráticas, y en eso están los partidos, permite que la gente mire de mejor forma a aquel conglomerado de ciudadanos que ocupan parte importante de su tiempo en hacer política. Los partidos siempre aparecemos en las peleas chicas por algún cargo o en disputas por la presidencia de la colectividad, y a eso se debe la pésima valoración que hace la gente de los políticos. La única manera que nos evalúen bien es que participemos de los éxitos.
AÑOS DE SILENCIO
–Usted fue prisionero político y fue llamado a participar de la Comisión Valech. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Tremendamente complicado. Pertenezco al grupo que durante años no hablamos casi del tema, como la mayoría de los chilenos que estuvimos presos y fuimos torturados. Incluso durante muchos años no les conté a mis hijos, porque uno tiende a protegerlos, a que no sean discriminados.
–¿Cómo fue enfrentarse a los casos?
–Vi a mucha gente de la comisión quebrarse, aun cuando habían trabajado en la Vicaría de la Solidaridad, como María Luisa Sepúlveda, quien hizo un trabajo espectacular. De toda la gente que estuvo ahí, Álvaro Varela y yo fuimos prisioneros, y cuando la gente iba a dar sus testimonios, algunas personas de la comisión no podían creerles, los encontraban inconcebibles. Yo les decía: “Sí, es verdad, pasó esto, esto otro, estuve en esto, lo conozco”.
–¿Nada de eso lo conmovió?
–Lo que me impactó es la capacidad de decir las cosas que tuvimos todos. Porque eso era la verdad. Antes, cuando uno lo contaba, sonaba como increíble, pero como este país es legalista y todo vale si se hace en un documento por escrito... En el momento que se dijo la verdad y se estableció en un documento que se firmó y tuvo el reconocimiento del Presidente, todo el mundo se atrevió a contar y a escuchar.
CONTRERAS Y LA CÁRCEL
–¿Qué sintió usted cuando vio esa legitimización del sufrimiento vivido?
–Me sentí aliviado. Para mí no era como andar con una condecoración, era simplemente un hecho súper grave. Me pasaron cosas increíbles. Por ejemplo, meter preso a Manuel Contreras cuando era ministro de Justicia. Hablé con Contreras en privado, estuve en Punta Peuco cuando llegó, estuve en todo el proceso de su encarcelamiento, de Espinoza, de los degolladores…
–¿Qué le pasó en el encuentro con Contreras?
–Tengo una gran capacidad para hacer lo que tengo que hacer. En esos momentos no estaban mis sentimientos arriba de la mesa. Mi único objetivo y tarea era que Contreras entrara a la cárcel.
–¿En algún momento los sentimientos afloran?
–Sí, claro, de todo. Me tocaron cosas que alguna vez contaré y escribiré: el encarcelamiento de Contreras, el tema Pinochet, entrar a los lugares donde estuve preso, fui invitado a la Academia de Guerra donde me torturaron, pero lo que de verdad sentí y seguiré sintiendo es que hice las cosas bien. La Presidenta me contó que en algún momento, conversando con los generales, les dice: “Toda la situación que hoy día se vive está en manos de la ministra de Defensa y del ministro de Justicia, que también lo vivió, y ustedes deben saber todo lo que pasó, pero ambos somos capaces de pensar más allá de la cosa propia, personal”.
–¿Usted siente eso?
–Más allá de las furias que pueda tener, en mi caso, metieron presa a la mitad de la familia, mataron a mi hermano, yo mismo; pero al margen de esa cuestión había un objetivo y fuimos saltando la valla, eso significa que hoy día podemos andar por la calle en paz. Hoy, los militares son distintos a lo que fueron en esa época. La única pena que a uno le da de repente es que a todos nosotros nos mataron unos años fantásticos, entre los 19 y los 25, pero yo estoy contento de haber hecho ese tremendo esfuerzo físico, sicológico y mental de poder trabajar para que las cosas salieran bien.
–¿Siempre la razón le gana a la parte emocional?
–Sí. Reacciono en forma emocional en algunas circunstancias, pero controlo mucho mi cabeza. Me emocionan otras cosas, pero este tipo de cuestiones soy capaz de controlarlas.
–¿Qué cosas lo hacen reaccionar emocionalmente?
–Yo quiero harto a los animales, para mí son importantes; de hecho, hay unos grupos en Antofagasta que me están esperando para que veamos un sistema de rescate de los perros, de los animales en general.
–¿Usted legislaría en el tema de los animales?
–Sí, claro. Cuando la Paulina Nin mató a su perrita se burlaban de ella, a mí me habría pasado exactamente lo mismo. Habría llorado a mares.
Fuente: La Nación

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